lunes, 27 de diciembre de 2010

Expresionismo

Expresionismo

Movimiento estético que floreció en Europa, en especial en el área alemana, en el primer cuarto del s. XX (entre 1905 y 1925) y que se caracterizó por la Expresividad anímica y subjetiva del arte, como reacción frente a la sensorialidad del impresionismo y el positivismo de fines del s. XIX. Carácter de una obra de arte, independientemente de la época en que se produzca, que antepone la expresividad al código formal.La música expresionista se caracteriza por el intenso empleo del cromatismo y por la tensión expresiva, a menudo teñida de pesimismo. Sus compositores más representativos son los miembros de la llamada escuela de Viena (Schönberg, Berg y Webern).





Mientras esto ocurría en el área cultural que reconocía a París como su epicentro, en el seno del Imperio Austro−Húngaro se produce una inexorable transición: la que partiendo del posromanticismo va a desembocar en el expresionismo. La arquitectura tuvo su representación en el expresionismo principalmente a través de la obra de Hans Poelzig, Erich Mendelsohn, Max Berg y Bruno Taut, entre otros. En las obras de estos autores están presentes algunas de las constantes más características del expresionismo. Ello se evidencia tanto en el movimiento y la deformación expresiva de la materia en la Torre Einstein, en Potsdam, de Mendelsohn, como en la escala cuasi pesadillesca y las columnas "óseas" del Jarhunderthalle de Max Berg, tan similar en su clima a las amenazantes escenografías del cine expresionista. Similitud que no es de extrañar, pues muchos de estos arquitectos fueron los autores de esas escenografías, antes de poder concretar sus obras construidas.Quizás en ninguna otra expresión esta transición se pueda seguir en forma tan patente como en la música. El posromanticismo de los grandes dramas wagnerianos había entronizado un mundo musical complejo, cada vez más alejado de la claridad y simplicidad del clasicismo. Una orquesta sobredimensionada y una escritura cada vez más matizada y cromática estaban al servicio de la descripción de los grandes dramashistóricos y/o de los sentimientos personales del compositor. El romanticismo tardío de compositores como Bruckner siguió en esta línea. Gustav Mahler continuó por este mismo camino con sus enormes sinfonías pero en sus obras posteriores se aventura a una expansión de la tonalidad desconocida hasta entonces, aunque sin llegar a perder el control sobre ella. Esto es especialmente notable en su Novena Sinfonía de 1909 y en Das Lied der Erde (La canción de la Tierra, 1908). En ambas obras se hallan atisbos característicos del expresionismo musical, marcando claramente el camino que habrían de recorrer por sus seguidores. Otro tanto cabe decir de Richard Strauss. Las primeras obras de este autor, básicamente sus poemas sinfónicos, rinden tributo a la herencia wagneriana. Pero en algunas óperas compuestas a partir de 1905 −basadas más en la forma sinfónica que en el drama musical wagneriano− lleva a sus últimas consecuencias el lenguaje cromático entronizado a partir de Tristán e Isolda. Esto ocurre tanto en Salomé, con texto de Oscar Wilde −una obra violentamente dramática, llena de tensiones armónicas, de carácter ya abiertamente expresionista− como en Elektra, sobre libro de Hugh von Hofmannsthal.

La escritura armónica de estas obras está llena de disonancias agrestes que superan los límites de la tonalidad: incluso la voz es tratada con violencia y a menudo no es otra cosa que un simple grito. Con esta obras que pueden ser calificadas ya de expresionistas se llega a una situación límite en el campo de lo tonal. Dicho límite va a ser finalmente franqueado en la siguiente generación por Schoenberg, tributario de ambos autores. La misma sensibilidad mórbida y exasperada queimpera en las citadas obras de Strauss se puede encontrar en la obra de los primeros pintores expresionistas.

Ello es visible tanto en Salomé de Gustav Klimt, inspirada en la obra de Strauss, como en el célebre Grito, de Eduard Munch.Contemporáneamente a estos fenómenos tiene lugar en Austria el movimiento de la Secesión Vienesa. La reacción que la Secesión propone contra la arquitectura académica admite una gradación de matices. En su fundador Otto Wagner, muy comprometido aún con el monumentalismo de la arquitectura
oficial del imperio, se manifiesta básicamente como una simplificación y estilización de la iconografía clásica, mientras que en su discípulo Josef Hofmann aparece una sensibilidad más libre −como se hace evidente en su magnífico Palacio Stoclett−. Esta libertad se acentúa más aun en la obra de Josef María Olbrich, particularmente en el diseño de obras como la Colonia de Artistas en Darmstadt. Finalmente, la corriente expresionista hace su completa eclosión en vísperas de la Primera Guerra Mundial, alrededor de 1911. En ese año tiene lugar la primera exposición del grupo Der blaue Reiter (El jinete azul).



Los pintores más destacados del grupo fueron Vassily Kandinsky, Oscar Kokoschka y Franz Marc. En torno de ellos y afines a su estética se nuclearon los escritores Georg Trakl, Stefan George, Georges Heim, y los músicos Arnold Schoenberg, Alban Berg y Anton Webern. La estética exasperada del expresionismo se extendió como pocos otros movimientos a todas las esferas de la actividad artística, debido a su coherencia y su evidente identificación con ciertos rasgos propios de la sensibilidad germánica. Tuvo un importante desarrollo en el naciente cine
alemán, a través de creadores como Murnau y Fritz Lang, y dio lugar a la creación de la danza expresionista, una de las vertientes más significativas de la danza contemporánea, con creadores como Rudolf von Laban, Dore Hoyer, Kurt Joos y cuya huella puede rastrearse hasta nuestros días en la obra de coreógrafas como Pina Bausch y Suzanne Linke. El ballet La mesa verde de K. Joos se considera la obra precursora de la tendencia expresionista.Es de notar, a propósito de la mencionada coherencia interna del movimiento, los múltiples contactos y la multiplicidad de expresiones de sus integrantes. En la publicación del catálogo de la exposición de 1911, titulado tambien Der blaue Reiter y publicado al año siguiente, encontramos dos obras dramáticas del pintor Kandinsky, así como pinturas del músico Schoenberg, un artículo suyo sobre la relación con el texto, yreproducciones en facsímil de obras musicales suyas y de sus discípulos Berg y WebernKandinsky y Schoenberg, por otra parte, hablaban frecuentemente de sus problemas artísticos y no en vano fueron los que llevaron más lejos la revuelta expresionista en el sentido de ruptura con las reglas tradicionales del arte.

Kandinsky, en efecto, supera rápidamente la estética expresionista y abre las puertas de la abstracción. Ya en 1908 consignaba, después de haber descubierto la sorpresa maravillada que le proporcionaba una de sus obras puesta al revés y despojada así de toda significación fuera de la pictórica: "Una cosa me resultó muy clara: la objetividad, la descripción de los objetos no había tenido ningún lugar en mis lienzos e incluso les era perjudicial".Algo similar ocurre en el ámbito de la música, en la cuál, bajo el común denominador estético del expresionismo, se lleva la tonalidad hasta sus límites extremos para desembocar finalmente en el atonalismo.

La trayectoria de Arnold Schoenberg es ilustrativa al respecto. Si una obra como como Noche transfigurada reconoce aún una filiación claramente posromántica, los Gurre Lieder avanzan decididamente hacia una expansión de la tonalidad, manteniéndose aún dentro de ella, mientras que Erwartung (La espera, 1909),Pierrot Lunaire (Pierrot Lunar,1912) y Die glukliche Hand (La mano feliz,1913) son ya plenamente atonales. Lo mismo se puede decir de su discípulo Alban Berg. Mientras que sus primeras obras como la Sonata op. 1 (1908) y los Lieder, op. 2 (1909) fueron escritas dentro del marco de la tonalidad, la ópera Wozzek basada en la obra del poeta Georges Buchner ya es plenamente atonal, al mismo tiempo que una de las cumbres artísticas del movimiento.



Corrientes de la segund a mitad del s. XX

Música concreta, música electroacústica, música electrónica, microtonalismo, música aleatoria, improvisaciones colectivas.

Asimismo conviene tener en cuenta que esta enumeración consigna simplemente tendencias generales, sin registrar, como es obvio, las variables que son propias de cada autor ni el hecho de que, como ocurre siempre, existen individualidades poderosas que resisten cualquier intento de adscripción sistemática a alguna tendencia. Por otra parte, la creciente intercomunicación y globalización tiende inexorablemente a borrar las diferencias culturales, de modo que ya no parece posible la existencia de corrientes artísticas cuya coherencia está condicionada −e incluso garantizada− por su pertenencia a determinado ámbito nacional o geográfico. La coherencia que hemos visto entre las diversas manifestaciones artísticas en las primeras décadas de este siglo dentro de cada ámbito geográfico específico, tanto en Francia como en Italia o en el Imperio Austro−Húngaro son cada vez más un recuerdo del pasado.

Un arquitecto, pintor o músico argentino está hoy tan enterado o quizá más de lo que hacen sus colegas en cualquier lugar del mundo como de lo que ocurre a su alrededor. Esta suerte de simbiosis contemporánea entre una gran dispersión de tendencias y manifestaciones, por un lado, y la posibilidad de intercomunicación en tiempo real de todas ellas, por otro lado, hace que resulte ocioso intentar descubrir relaciones forzadas entre distintas manifestaciones. No resulta posible hoy marcar identidades o siquiera relaciones entre la obra de Bota, Meier, Siza o Ghery y cualquier manifestación actual en el terreno de la plástica, de la música o de cualquier otra actividad artística.

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