jueves, 24 de mayo de 2012

LOS RETORNOS EN LA MÚSICA CONTEMPORÁNEA

Isaac Diego García Fernández
El fenómeno de los retornos en la música contemporánea representa una de las tendencias más significativas de las últimas décadas. A pesar de estar entre una de las prácticas más extendidas, sólo disponemos de estudios que abarcan el tema parcialmente. Existe todavía un cierto pudor a la hora de abordar el tema, ya que desde el principio, y especialmente entre los compositores europeos de la primera vanguardia de los años cincuenta y sesenta, hubo una carencia de mecanismos intelectuales que justificasen la aparente “traición” al ideal de progreso lineal. Pierre Boulez, máximo representante de la creación europea de este momento, se referirá maliciosamente al fenómeno de los retornos como nostalgias de la infancia. Sin embargo, en el seno de la posmodernidad, los nuevos creadores se servirán del total sonoro sin ningún tipo de complejo. Desde la década de los setenta, y sobre todo a partir de la siguiente, la reutilización del pasado musical, ya sea a través de sus técnicas o de su empleo literal,  se convertirá en una sólida tendencia. A través del siguiente artículo, pretendemos explicar y reflexionar sobre el fenómeno de los retornos en la música actual con el fin de analizar su posible validez estética.
Introducción: Posmodernidad
El concepto de retorno en la música occidental contemporánea debemos insertarlo dentro de la era de la posmodernidad como una de sus más significativas manifestaciones. Aunque en muchos casos las expresiones artísticas de la posmodernidad han sido entendidas como meras frivolidades que traicionan los sólidos ideales del periodo anterior, lo cierto es que responden a una reacción lógica. Concretamente en música, el agotamiento y estancamiento de la vanguardia de carácter lineal, y argumentada por los filósofos de la modernidad, se hace patente desde la década de los sesenta. Momento en el que algunos artistas estadounidenses, favorecidos por un progresivo distanciamiento cultural y artístico, muestran los primeros síntomas de ruptura con la mentalidad imperante en la vanguardia europea.
Sin embargo, la posmodernidad no consiste en una corriente artística unificada, ni mucho menos en una línea de pensamiento con unos sólidos principios. El término como tal aparece en Estados Unidos en el ámbito de la arquitectura, y es introducido  por Charles Jenks en su libro The Language of Modern Architecture de 1977 para definir un estilo ecléctico y de carácter lúdico que choca frontalmente con los ideales modernistas de pureza, originalidad y constante progreso. (1) Posteriormente, el vocablo pierde su carácter peyorativo, aunque mantiene en la confrontación u oposición con la modernidad sus señas de identidad. Como señala Pilar Ramos, la dificultad de definir el posmodenismo radica no sólo en nuestra falta de perspectiva histórica, sino en que la propia pluralidad es típica de lo posmoderno. Y concluye: No hay pues una teoría posmoderna unificada, o siquiera un conjunto de posiciones coherentes. (2)Es por ello que el posmodernismo establece sus bases en la constatación del fracaso de la modernidad, tanto en sus ideales de razón, constante progreso y autonomía del arte, como en la legitimidad de sus procedimientos.
En música, este fracaso estaría representado esencialmente por el serialismo integral europeo y su tendencia hacia la consecución de un arte sonoro basado en la objetividad y en un permanente progreso lineal. Aunque se suele insistir en que la transición de la modernidad a la posmodernidad en el ámbito musical se produce de forma casi natural y espontánea, no debemos ignorar la aportación de algunos artistas estadounidenses (John Cage a la cabeza) quienes hacia la década de los cincuenta dinamitan, con una actitud claramente dadaísta, el arte de la modernidad. No significa que sean ellos los que inicien y abanderen esta nueva etapa. Sin duda, en el propio lenguaje europeo y en sus líneas de pensamiento están las bases de su propia desintegración. Y a esto debemos sumar que la nueva era está marcada por el triunfo del neoliberalismo capitalista, lo que supone el fin de las posturas idealistas de la ilustración, y el creciente auge de la dictadura de la economía de mercado y la cultura de masas. Es por ello, que autores como el español Tomás Marco, consideren el Mayo francés del 68 como la última y fracasada explosión de modernidad, y al mismo tiempo la primera oleada posmoderna. (3) Desde este punto de vista, podríamos considerar que el posmodernismo no surge de unos nuevos planteamientos artísticos o ideológicos, sino que éstos son la consecuencia de los cambios globales de nuestra época. Como señala K. Jenkins en la introducción de The Postmodern History Reader, la posmodernidad no es una posición a la que podamos sumarnos o no, sino nuestra condición: nuestro destino histórico es estar vivos ahora. (4)
Musicalmente, la posmodernidad supone la apertura a un enorme abanico de tendencias estéticas. Si el serialismo integral encarna la utopía de una corriente compacta y totalmente delimitada, desde la década de los sesenta encontramos la reacción contraria: la uniformidad da paso a la total diversificación de tendencias. Surgen nuevos caminos como el alea, el grafismo, la gestualismo, las músicas de acción, el minimalismo, etc. Pero sin duda, una de las más representativas, y la que posiblemente mejor define la esencia posmoderna, es la vuelta al pasado: los retornos.   
Concepto de retorno
Obviamente, retorno hace referencia a volver a algo. Y ese algo es el pasado musical. En función de cómo se aproximan los compositores a él obtenemos las distintas líneas de esta manifestación artística. Básicamente, los retornos en música podrían definirse a través de tres tendencias:
  1. Reutilización de elementos folclóricos.
  2. Imitación de procedimientos y estilos del pasado.
  3. Reelaboración de músicas del pasado y empleo de citas.
Estas tendencias han sido a menudo englobadas bajo el término intertextualidad. Proveniente del estudio literario, y empleado en la musicología semiótica, consiste en entender una obra, no como un conjunto de unidades independientes e inconexas, sino como un continuo integrado y a su vez relacionado con otras obras. El cuestionamiento de la autonomía de la obra de arte, unido a una actitud claramente deconstruccionista, supone la base de gran parte de las nuevas corrientes historiográficas posmodernas. El concepto filosófico de deconstruccionismo de Jacques Derrida y Paul de Man, más allá de su validez como herramienta de análisis literario, está en el origen de dichas  corrientes, ya que plantea el cuestionamiento constante y la reflexión crítica como elementos de interpretación. En lo que al tema que tratamos concierne, la primera consecuencia es la sustitución de la vieja idea lineal de evolución por una noción circular del tiempo histórico. Como señala Argán, mientras que la historia nos garantiza que el pasado ya es pasado y no puede volver a repetirse, el revivalismo niega la separación existente entre la dimensión del pasado y las dimensiones del presente y del futuro, y por tanto entiende la vida como una sucesión continua que nunca puede darse por acabada.
Reutilización de elementos folclóricos
En 1964, Luciano Berio provocaba una fuerte conmoción en el seno de la vanguardia musical europea con la composición de Folk Songs. Se trata de los años de la transición entre el lenguaje serial y las nuevas formas de aleatoriedad. Transición nada traumática, ya que como se ha señalado en numerosas ocasiones, la aleatoriedad fue aplicada (especialmente la modular) como una prolongación del lenguaje serial. Sin embargo, la reutilización del folclore por parte de una de las principales figuras del serialismo integral, no dejó indiferente a nadie. Berio no sólo emplea temas populares, sino que crea otros nuevos imitando sus características. Como señala Marco, no hace distinción entre folclores antiguos y modernos, ni entre rurales y urbanos. Se trata de una manera nueva de acercarse al material popular sin el carácter nacionalista de épocas anteriores.
La aproximación al folclore en la era de la posmodernidad será de naturaleza muy distinta a la del nacionalismo de finales del siglo XIX y principios del XX. Ya no sólo por la eliminación de sus connotaciones nacionalistas, sino porque el material al que se van aproximar procederá de otras culturas. Muchos compositores europeos verán en el redescubrimiento de la música tradicional de otros países una nueva línea de investigación. El propio Boulez experimentará con la técnica hetereofónica a partir de su conocimiento de la música balinesa, mientras que Ligeti profundizará en la música africana para desarrollar nuevos patrones rítmicos. A su vez, músicos llegados de oriente, como el japonés Toru Takemitsu, se occidentalizarán musicalmente sin renunciar al empleo de su propio folclore. En el caso de este compositor, es especialmente significativa la integración de instrumentos tradicionales japoneses en la orquesta occidental. Del mismo modo, muchos compositores europeos y americanos sentirán una gran fascinación por la música popular asiática. Y ya no sólo por sus elementos pintorescos, externos o puramente técnicos, sino por factores más complejos, como la concepción temporal del espacio, el propio concepto de obra de arte, la función de artista e intérprete, etc. 
Imitación de procedimientos y estilos del pasado
Para esta modalidad de retorno podemos emplear el término revival. Giulio Carlo Argán, en su libro El pasado en el presente, define revival como la reproducción de procedimientos y estilos del pasado. Según este autor, quien centra su estudio principalmente en el campo de la arquitectura, el arte se sirve de la repetición de formas históricas para alcanzar una cierta autenticidad y categoría, que en cierta manera le son arrebatadas por la nueva obra. El objetivo es apropiarse de ese pasado para hacerlo revivir en el presente. Según la compositora Teresa Catalán, occidente vuelve su mirada al pasado cada vez que una crisis le hace anhelar el imaginario tiempo de la calma, un tiempo en el que todo estaba en su lugar. De este modo, el pasado se transforma en símbolo de estabilidad y equilibrio. La nueva obra se revaloriza además porque el pasado que se utiliza o recrea es considerado como algo preciado.
Sin duda, el retorno a viejas prácticas es un fenómeno que ha sucedido desde el origen del arte, y por tanto de la música. Forma parte del eterno conflicto entre música antigua y moderna. La confrontación entre la prima y seconda prattica (también conocidos como  stile antico y stile moderno) surgida entre finales del siglo XVI y principios de XVII es posiblemente el mejor ejemplo de ello. El compositor tenía en su mano la elección de escribir en el nuevo estilo italiano basado en la polarización de dos voces, o por el contrario optar por viejo estilo contrapuntístico. Realmente, este último, también conocido como estilo palestriniano, consistía en un conjunto de estereotipos idealizados a partir de la manera de componer de los polifonistas pasados. Como señala Bukofzer, el ideal “a capella”, cuya expresión más solemne se encuentra en el “estile antico”,  fue un invento del barroco.  
Con el nacimiento de la historiografía, durante el siglo XIX se produce una creciente fascinación por el pasado lejano. Se emprende la reforma del canto gregoriano y el redescubrimiento de las músicas medievales y renacentistas, así como de sus técnicas compositivas. Especialmente en el terreno de la música sacra, se toman los procedimientos del pasado para imitar el misticismo de aquellos mundos pretéritos. Héctor Berlioz empleó melodías modales y técnicas de contrapunto imitativo tanto en su obra sacra como en sus sinfonías de carácter descriptivo. En muchos compositores de este siglo encontramos un constante fluir de ejemplos, como en la obra de Brahms, Wagner, y César Franck, entre muchos otros. Esta tendencia tendrá su línea de continuidad en el Impresionismo francés, donde procedimientos medievales como el organum o las escalas modales formarán parte de su vocabulario.  
Sin embargo, como señala Eduardo Pérez Maseda, es en el neoclasicismo de la primera mitad del siglo XX donde el empleo de lenguajes del pasado musical se materializa en un movimiento compacto y homogéneo. Según este mismo autor, la respuesta que dio este movimiento a la crisis de la evolución del lenguaje fue la de ignorar dicha evolución, y retroceder a una época en la que el cromatismo aún no había empezado a plantear problemas. En algunos casos, no se prescindió de un lenguaje moderno, pero se utilizaron procedimientos y formas del pasado para dar coherencia a las nuevas creaciones. Según Mssimo Mila, Igor Stravinski, principal figura de este movimiento, una vez agotado el ciclo de su creación original, comienza a complacerse en los llamados “retornos” al reactualizar [...] diversos estilos del pasado: retorno a Bach, a Mozart, a Rossini, a Gounod, a Tchaikovski, a la ópera bufa, al violinisno concertístico [...] al brillante colorido de Weber y de Mendelssohn. El Neoclasicismo supone, por tanto, una vuelta a las formas clásicas y barrocas con la consiguiente exaltación de los procedimientos contrapuntísticos.
No obstante, no debemos olvidar que los compositores de la escuela vienesa de Schoenberg, Berg y Webern tampoco renunciaron al empleo de formas clásicas, especialmente en el periodo de la atonalidad libre. Mediante soportes constructivos heredados del sistema tonal buscaron dotar de coherencia discursiva a sus composiciones una vez desintegrada la tonalidad. Esta afirmación, aunque obvia, no deja de resultar curiosa si tenemos en cuenta la vieja polarización establecida por Adorno en Filosofía de la nueva música, según la cual la creación musical de la primera mitad del siglo XX se fragmenta en posturas opuestas: el neoclasicismo de Stravinski representa la tendencia restauradora y retrógrada, mientras que la de Schoenberg encarna los ideales de progreso y vanguardia. Dicha postura, durante muchos años aceptada, hoy en día es al menos discutida, sobre todo teniendo en cuenta aspectos como el que acabamos de señalar: ambas tendencias emplearon abiertamente procedimientos del pasado musical.
Durante la segunda mitad del siglo XX, esta tendencia se cosifica decididamente, una vez el serialismo integral se haya en un callejón sin salida. Materiales sonoros desechados por la vanguardia de la modernidad poco a poco reviven en la nueva creación. La tonalidad, que a principios de siglo parecía desintegrada, reaparece ahora aunque sin su carácter funcional. Muchos compositores emplearán elementos tonales dentro de un lenguaje no tonal, y por tanto descontextualizados, para crear efectos de contraste y collage. También el minimalismo repetitivo de los estadounidenses hará uso de la vieja tonalidad, aunque no siempre desde un punto de vista funcional. Es decir, que aunque empleen triadas (acordes mayores y menores principalmente), no necesariamente tendrán una direccionalidad regida por funciones tonales.
También será usual la recuperación de elementos modales, especialmente en los minimalistas místicos. El estonio Arvo Part empleará el canto gregoriano, los cantos litúrgicos ortodoxos, así como elementos renacentistas y barrocos en obras como Credo (1968), Frates (1977) o en su célebre De profundis (1980). El ruso de origen alemán Alfred Schnittke desarrollará un estilo poliestilístico donde se aprecian referencia a lenguaje sonoros de distintas épocas. Como veremos más adelante, será además una de las principales figuras en el empleo de citas y músicas sobre músicas. Aunque son muchos los compositores que podemos englobar en esta tendencia, como Gorecki o Kancheli, llama especialmente la atención la trayectoria del polaco Kzrysztof Penderecki. Compositor referencial de la vanguardia europea de los años sesenta, gradualmente se observa en su producción una recuperación de elementos tonales, modales, melódicos y formales, que lo acerca, aunque no sin voluntad de síntesis, a un lenguaje postromántico. Su monumental sinfonía Siete puertas de Jerusalén (1997) es un buen ejemplo de ello. Igualmente ilustrativo es el movimiento de la Nueva Simplicidad desarrollado a partir de los años setenta por compositores como Wolfgang Rihm y Hans-Jürgen von Bose. Como señala Miguel Álvarez, es frecuente, en las obras de estos compositores, una expresividad propia del romanticismo, conecta con frecuentes apelaciones a la tonalidad y, en general, a contextos consonantes, todo ello enmarcado en géneros y formas tradicionales.
En líneas generales resulta muy complejo establecer una panorámica de esta tendencia en la música actual, ya que es raro encontrar compositores que, en algún momento u otro, no  hayan utilizado procedimientos del pasado. Destacan creadores como George Crumb, Maxwell Davies, Georg Rochberg, Cornelius Cardew, y un infinito etcétera. Pocos ejemplos encontramos, sin embargo, de músicos que desde la década de los setenta no hayan sucumbido a la tentación de volver su mirada al pasado. Uno de ellos, el inquebrantable Pierre Boulez, escribe: Cuando ya se tuvo bastante de experimentación se siente una nostalgia por los mundos perdidos, una nostalgia de la infancia, y se la trata de disfrazar reencontrando ciertas cosas, integrándolas bien o mal, con una dialéctica bastante claudicante en un mundo contemporáneo. Y sentencia: Hay muchas tendencias, pero yo eliminaría de inmediato las que son retrógradas, restauradoras, que de hecho no son tendencias, sino simplemente nostalgias.
Reelaboración de músicas del pasado y empleo de citas
Esta modalidad de retorno recibe el nombre de borrowing (préstamo en inglés). Ciertamente, el empleo de ideas ajenas hunde sus raíces en el mismo origen de la música. Desde las misas y motetes creados a partir de melodías litúrgicas o populares durante la era de la polifonía, hasta el propio nacimiento de la música instrumental durante los siglos XV y XVI a partir de la imitación de la música vocal, encontramos un sinfín de ejemplos. Sin embargo, en el seno de la posmodernidad el empleo de músicas ajenas adoptará una dimensión totalmente distinta. Por una parte, desde el punto de vista compositivo, permitirá el desarrollo de un collage con tintes fuertemente efectistas. Esto se debe a que el material empleado (el ajeno), al ser tonal o modal, contrasta fuertemente con el lenguaje atonal (el propio). A su vez, el elemento intruso, al ser “consonante”, sirve en muchos casos para dulcificar el lenguaje propio.
Por otra parte, las citas, dentro de un contexto atonal, adoptan además una singular carga expresiva (sobre todo cuando son fácilmente reconocibles), ya que tienden a polarizar la atención del oyente. De esta forma, pueden funcionar como puntos de articulación que ayudan a interpretar el discurso musical en el proceso de escucha. Como sabemos, una de las principales razones del rechazo que sufre el oyente hacia las músicas no tonales es la imposibilidad de reconocer sus elementos constitutivos. Si el sistema tonal se articula a través de convencionalismos asentados en nuestra memoria mediante la repetición, en la música atonal el oyente pierde dichos referentes interpretativos. Para empezar, la capacidad de premonición, tan gratificante en el proceso de escucha, desaparece. Aunque nuestra facultad de atención funcione al máximo de sus posibilidades, finalmente se satura al tener que asimilar elementos sonoros a cada paso. Precisamente, una de las mayores paradojas del serialismo (y sus derivados) es que, a pesar de tender hacia la búsqueda de la mayor riqueza posible en cada uno de sus parámetros, no consigue trasladarla al nivel perceptivo. La constante yuxtaposición de materiales nuevos, lejos de crear efectos de contraste, provoca una percepción de uniformidad. Por esta razón, muchos compositores han buscado desde entonces alcanzar un tipo de sistema que, sin ser tonal, tenga en cuenta la necesidad de introducir referentes acústicos. En España, destaca el intento de Ramón Barce y su sistema de niveles. Barce introduce el concepto de nivel, sonido que predomina auditivamente sobre el resto cromático tanto a nivel cualitativo como cuantitativo.
Sin embargo, la tendencia a emplear músicas del pasado es mucho más significativa en aquellos compositores que han optado por seguir empleando lenguajes complejos a nivel perceptivo. De esta forma, las citas funcionan como elementos contrastantes que al yuxtaponerse con el lenguaje atonal del compositor, cobran un valor auditivo incluso mayor que en su contexto original. Un fragmento de un tiento de Cabezón, por ejemplo, al asomarse repentinamente dentro de un lenguaje atonal puede parecernos mucho más bello y expresivo que en su versión original. Como señala Michael Nyman a propósito de este curioso fenómeno, la yuxtaposición con lo que no es familiar también puede hacer que lo que nos es demasiado familiar nos suene extrañamente hermoso.
Una de las obras más representativas de esta tendencia es la Sinfonía de 1968 de Berio. El compositor italiano emplea aquí el tercer movimiento de la Segunda sinfonía de Mahler, sobre la que superpone más de cien citas de distintos siglos. Casi a continuación, Mauricio Kagel compone Ludwig van (1969) en homenaje a Beethoven. Un año después, y aprovechando el 200 aniversario del nacimiento del maestro alemán, muchos compositores europeos se sumarán a la celebración incorporando todo tipo de citas en sus homenajes. Un caso singular es el del español Cristóbal Halffter, quien en su Cuarteto II (Memories 1970) emplea distintas citas del cuarteto nº 17 op. 135 de Beethoven integradas en su discurso de naturaleza serial. Este recurso, empleado aquí por primera vez en su producción (y torpemente justificado mediante la ironía), se convertirá en una de las principales características de su lenguaje. Generalmente recurrirá a músicas del renacimiento y barroco españoles, como Arauxo, Cabezón, Juan del Enzina y Cabanilles, entre otros, para composiciones como Versus (1981), Endechas para una reina de España (1994), o la ópera Don Quijote (2000), donde emplea múltiples citas de diversos autores. Generalmente la utilización de sus citas tendrá una finalidad expresionista o dramática. Otro autor de esta generación que ha profundizado en la reutilización de materiales ajenos es el catalán Mestres Quadreny. Sin embargo, su enfoque difiere sustancialmente del de Halffter, ya que a diferencia de éste, en Mestres no predomina una intención expresiva sino lúdica. En obras como Sonades sobre fons negres (1984) donde emplea música de Bach, Mompou, Debussy, Beethoven, Chopin y Listz, reflexiona sobre la reutilización de la tradición musical mediante el empleo del azar. 

Ya de lleno en la posmodernidad, la figura referencial de este movimiento es el mencionado Alfred Schnittke. A lo largo de su producción el empleo de citas y de reelaboraciones de músicas ajenas es casi constante. Destacan obras como Tercera Sinfonía (1980) donde cita a Mahler,  La vida con un idiota (1991) e Historia de Fausto (1994).
Aunque, como ya hemos señalado, el empleo de músicas de otros compositores se produce de manera ininterrumpida a la largo de nuestra historia musical, en el denominado borrowing se impone una fuerte voluntad de síntesis. Ya que en la posmodernidad se impone la estética del “todo vale”, el empleo de citas se convertirá en un recurso casi rutinario en muchos creadores. A pesar de la banalidad con que se ha utilizado en muchas ocasiones, no deja de ser un procedimiento de gran efectismo, y por ello, decididamente atractivo.
Últimas reflexiones
De las distintas tendencias del fenómeno de los retornos en la música esbozadas a lo largo del presente artículo, la reutilización de elementos folclóricos es tal vez la que menos ilustra la estética posmoderna (si es que esto existe realmente). Como señalamos en su momento, la finalidad de los folclores en la segunda mitad del siglo XX es sustancialmente distinta a la del nacionalismo romántico, ya que ahora consiste en un cajón de nuevas posibles estrategias compositivas donde el creador busca inspiración. En este sentido, la reutilización de estos materiales en la creación actual no es incompatible con la idea de progreso lineal del modernismo. El caso del descubrimiento de la hetereofonía en Boulez, que apuntábamos anteriormente, creemos que ilustra claramente esta idea.
Sin embargo, tampoco debemos idealizar esta distinción. En un sentido más amplio, la visión actual no difiere esencialmente de la romántica, ya que, en última instancia, consiste en la extracción de elementos de la “baja cultura” que, una vez integrados adecuadamente en el lenguaje “culto” del compositor, se nos presenta en el contexto de éste último. Esto es: la maquinaria del concierto burgués. Finalmente, los elementos folclóricos no dejan de manifestarse idealizadamente fuera de su contexto social y cultural.
A diferencia del empleo del folclore, el revival y el borrowing son fenómenos que se asientan en el epicentro de la discusión posmoderna. Ambas tendencias reflejan la ruptura (o al menos la transformación) de los supuestos ideológicos de la modernidad. En este sentido es especialmente reveladora la distinción hecha por Herman Danuser, según al cual existen dos formas de posmodernidad: una como antimodernidad, y otra como nueva modernidad. En un sentido global (y si se nos permite la simplificación), el revival representa la primera, y el borrowing la segunda. Por una parte, la rehabilitación de estilos y procedimientos del pasado cuestiona la visión de constante progreso, lo que irremediablemente reafirma esta tendencia como opuesta a la modernidad. Por otra, se plantea la paradoja de que el empleo de músicas del pasado va a permitir la restitución de lenguajes de vanguardia desde una perspectiva posmoderna. Ya habíamos comentado que el uso de citas era mucho más significativo en aquellos compositores que no había admitido una “dulcificación” en su lenguaje. De esta forma, se va a crear una dialéctica basada en la oposición de dos lenguajes: uno disonante o de “escucha compleja”, y otro consonante, que además puede ser reconocible al pertenecer a nuestra cultura musical. De esta forma, en este nuevo contexto de síntesis los lenguajes de la vanguardia van a encontrar una nueva manera de supervivencia.

Bibliografía
Álvarez Fernández, Miguel Álvarez: “Disonancia y emancipación: comodidad en/de algunas estéticas musicales del siglo XX”. Publicado en el nº 4 de la revista digital "Espacio Sonoro", enero 2005.

Argán, Giulio Carlo: El pasado en el presente. Colección Comunicación Visual. Ed. Gustavo Gili. Barcelona, 1977.
Boulez, Pierre: Puntos de referencia. Edición en castellano: Barcelona, 1984. Ed. Gedima.
Bukofzer, Manfred F.: La música en la época barroca. De Monteverdi a Bach. New York, 1947. Norton and Company. Edición en castellano: Madrid, 1986. Alianza Música.  
Jenkins, K.: The Postmodern History Reader. Londres, 1997. Routledge.
Marco, Tomás: Pensamiento musical y siglo XX. Madrid, 2002. Fundación Autor.
Nyman, Michael: Música experimental. De John Cage en adelante. Cambrige University Press, 1999. Traducción: Girona, 2006, Serie conTmpo, Documenta Universitaria.
Pérez Maseda, Eduardo: “Aquel largo camino que condujo hacia mí: los retornos en la música actual”. II Semana de Música Española: El pasado en la música de nuestro tiempo. Madrid, Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid, C.E.A.C., 1988, pp. 122-135. 
Ramos, Pilar: Posmodernismo, feminismo y musicología. Madrid, 2003. Narcea, S.A. de Ediciones
Isaac Diego García Fernández es musicólogo (investigador en la Universidad de Oviedo) actualmente becado por la Fundación para el Fomento de la Investigación Científica Aplicada y la Tecnología (FICYT) del Principado de Asturias.

En castellano se suelen emplear los términos modernidad y posmodernidad para evitar equívocos con el concepto de modernismo, que haría referencia a un movimiento artístico concreto. Sin embargo, no es inusual encontrar el uso de las palabras modernismo y posmodernismo, tanto en obras de autores de lengua castellana, como en traducciones de otros idiomas.
Véase: Ramos, Pilar: Posmodernismo, feminismo y musicología. Madrid, 2003. Narcea, S.A. de Ediciones. Pág. 31-34.
  Marco, Tomás: Pensamiento musical y siglo XX. Madrid, 2002. Fundación Autor. Pág. 387.
  Véase: Jenkins, K.: The Postmodern History Reader. Londres, 1997. Routledge. 
Actualmente el término deconstruccionismo invade los medios de comunicación en boca de ignorantes profesionales, que obviamente desconocen su significado. De este modo, oímos constantemente el vocablo deconstruir como sinónimo de reconstruir, o como antónimo de destruir.
Véase: Argán, Giulio Carlo: El pasado en el presente. Colección Comunicación Visual. Ed. Gustavo Gili. Barcelona, 1977.
Marco, Tomás: Pensamiento musical... (op. cit.) Pág. 446.
Véase: Notas al programa del concierto celebrado en el Certamen de Música Contemporánea de Alicante, el día 20 de septiembre de 2000.
  Bukofzer, Manfred F.: La música en la época barroca. De Monteverdi a Bach. New York, 1947. Norton and Company. Edición en castellano: Madrid, 1986. Alianza Música.  
  Pérez Maseda, Eduardo: “Aquel largo camino que condujo hacia mí: los retornos en la música actual”. II Semana de Música Española: El pasado en la música de nuestro tiempo. Madrid, Festival de Otoño de la Comunidad de Madrid, C.E.A.C., 1988, pp. 122-135. 
  Véase: Mila, Massimo: Historia de la música.  Edición en castellano: Barcelona, 1981.  Ed.  Bruguera.
  Véase: Álvarez Fernández, Miguel Álvarez: “Disonancia y emancipación: comodidad en/de algunas estéticas musicales del siglo XX”. Publicado en el nº 4 de la revista digital "Espacio Sonoro", enero 2005.
  Boulez, Pierre: Puntos de referencia. Edición en castellano: Barcelona, 1984. Ed. Gedima. Pág. 420. [El negrita es nuestro].
                 
  Sobre esta cuestión, véase: Barce, Ramón: “Nuevo sistema armónico”. Madrid, 1966. Atlántida, IV, 21, pp. 329-343. Artículo también incluido en Fronteras de la música, Madrid, 1985. Ed. Real Musical.  
   Nyman, Michael: Música experimental. De John Cage en adelante. Cambrige University Press, 1999. Traducción: Girona, 2006, Serie conTmpo, Documenta Universitaria. Pág. 216.



Escrito por Isaac Diego García Fernández
Desde Madrid (España)
Fecha de publicación: Julio del 2008.
Artículo que vió la luz en la revista nº 0008 de Sinfonía Virtual

lunes, 14 de mayo de 2012

El próximo lunes 14 de mayo arribará al País, el Quinteto de Jazz de la Universidad de Louisville, EEUU, para presentar una serie de talleres dirigidos a los estudiantes del Conservatorio Nacional Superior de Música.
La agrupación musical, que de manera especial  visita el Ecuador,  está conformada por:

Michael Tracy, en el saxofón, verdadero  “embajador del Jazz”,  con más de treinta años de experiencia en la enseñanza y  ejecución musical, es  uno de los más reconocidos profesores de jazz de los EEUU. Ha tocado y enseñado en varios países del mundo, como  Australia, Canadá, Alemania, Gran Bretaña, Japón, Rusia, Escocia, Singapur, entre ortos.
Graeme Gardiner, también en el saxofón, es originario del Estado de Kentucky, comenzó a ejecutar dicho instrumento  desde muy niño. Es graduado de la Escuela de Música For Creatrive and Perfoming Arts en Lexington, en el 2007, luego recibió una beca  de la Universidad de Louisville, donde alterna con destacados músicos.
Brando Coleman, en la guitarra, nativo de Hills- Kentucky, obtuvo la licenciatura en música, en la universidad de Morehead State,  actualmente cursa su masterado en guitarra. Ha participado en varias grabaciones y festivales junto a grandes  músicos del Jazz.
Jonathan Gardner, ejecutante de bajo, nacido en  Louisville- Kentucky, es un bajista muy solicitado en su ciudad y ha participado con varios solistas y grupos de Jazz, sobre todo en la región central de Estados Unidos.
Zack Kennedy, en la batería y percusión, nació en Cincinnati-Ohio, comenzó a tocar la batería desde los 10 años de edad, en sus años de formación musical  tocó con diversas bandas. En el 2011 estudió en Brasil, en la Universidad de Brasilia. En mayo del 2012 obtuvo su título de licenciado en música.
En la integración del quinteto jazzistico destaca la presencia de un ecuatoriano, se trata del joven lojano, percusionista,   Israel David Cuenca, quien inició sus estudios en el conservatorio Salvador Bustamante Celi, de su ciudad natal y actualmente  es becario de la Universidad de Louisville Estados Unidos, donde se especializa en jazz. Ha tenido la oportunidad de tocar en festivales y encuentros con grandes músicos de  reconocida trayectoria en la interpretación del Jazz.
La temática de los talleres del Quinteto de Jazz de la Universidad de Louisville Estados Unidos, se desarrollará mediante clases maestras, los días miércoles 16, jueves 17 y viernes 18 de mayo del presente año en el horario de 14: 30 – 18:00. Y comprende: Teoría del Jazz, principios de improvisación, repertorio y principios de ensamble en jazz; Además,  trabajo individual por instrumento; y, trabajo en ensambles.
Vale destacar que este evento culminará el viernes, con un concierto ofrecido por el Quinteto de Jazz de la Universidad de Louisville Estados Unidos, en el que también intervendrán: El Grupo de Jazz de la Universidad de las Américas; y, La Big-Band, del Conservatorio Nacional, superior de Música. En el Teatro “Luis Humberto Salgado”, de la Institución.

martes, 8 de mayo de 2012

Ricardo Monteros Tello, Ganador del concurso nacional de composición

La vida de Ricardo Monteros se ajusta a la frase: nadie es profeta en su propia tierra. Ganador de la edición 2012 del concurso de composición de la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador (que se retoma después de 12 años), su carrera, que inició en su ciudad natal: Loja, se ha desarrollado entre Quito y Ucrania. Fue en Europa donde estudió composición musical académica. Además, fue allí, al iniciar sus estudios, donde nació y consolidó parte de su obra ganadora: Sinfonía Ecuador. 

Sus inicios 

Aunque desde su nacimiento su padre (exintegrante de Pueblo Nuevo) quería que él fuese músico, Monteros ingresó tarde, a los 14 años, a las aulas del Conservatorio de Música Salvador Celi Bustamante, en Loja. La intensidad de la carrera musical de su padre fue lo que en los primeros años de su vida lo apartó de este ámbito aunque le dio la motivación y entorno necesario para cuando el deseo aparezca sea irrefrenable. Pese a la edad en la que empezó sus estudios de piano logró ser pianista destacado de su generación, si bien es cierto empezó tarde esto quizás esto lo hizo que su formación sea con mas conciencia y dedicación, puso todo de sí para recuperar el tiempo atrasado logrando méritos académicos, tanto en su colegio, en donde también fue el mejor egresado así como en el conservatorio. Diez años después de ingresar al conservatorio, terminó el conservatorio bajo la tutela de profesores como Guillermo Espinoza, Lorena Terán, Eugenia Semeonova, Norman Cuesta. A sus 24 años ya era profesor de piano de la misma institución donde se formó, graduando a varios pianistas hasta su viaje a Ukraina. 

La música se volvió todo para él y abandonó su carrera de Ingeniería en Alimentos para cursar sus estudios superiores en composición en Ucrania, en el conservatorio superior Nezhdanova, con los maestros de composición Sergey Shustov y Julia Gomelskaya. Allí, en medio de un intenso ambiente académico en el cual resaltaba por ser el único latino en la facultad de composición, escribió sonatas, rondos y su Sinfonía Ecuador, con la que obtuvo mérito académico al graduarse. 

La obra ganadora 

la obra es una sinfonía programática, forma sonata clásica, narra todos los acontecimientos de la independencia de nuestro país, “Mi profesora de composición veía que era una obra de mucha fuerza y energía, y su programa de trascendencia histórica en mi país por lo que sugirió su nombre, Sinfonía Ecuador”. Él comenzó a escribir la partitura ganadora del concurso de composición de la Orquesta Sinfónica Nacional del Ecuador (OSNE) mientras estaba en de vacaciones en Ecuador, en su ciudad natal Loja, pero la terminó en Ukrania, como estudiante de la Academia Superior de Música Neshdánova. “Este era mi trabajo de fin de curso, siempre quise escribir algo que pudiera dar la misma energía de la 1812, de Chaikovsky, que siempre se usaba en el marco de la independencia de mi país, obra que poco o nada tiene que ver con la historia de nuestra independencia”.

Para retratar musicalmente al Ecuador, Monteros no quería hacer folclor ni indigenismo. “Mi propósito era no valerme tanto de los géneros tradicionalmente de danza de nuestra música y crear algo más contemporáneo universal, no hace falta danzar para ser ecuatoriano”. Es por ello que Sinfonía Ecuador está escrita en lenguaje neoclásico, recuperando otros ritmos también presentes en la historia de la musical nacional como el yapaichiska, o Salve Salve Gran señora, melodía preincásica, la cual basa toda la obra. En sí, la obra es programática, es decir que narra una historia, en este caso las luchas por lograr la independencia. 

Un estilo vanguardista

Monteros se identifica como un compositor de una nueva generación. Sus obras, subraya, están enmarcadas en lenguajes del siglo XX y XXI. Por ejemplo, una de las obras en las que actualmente trabaja es una estadística sobre las muertes por inanición de la organización mundial de la salud. Esta pieza, cuyo nombre aún se desconoce, tan solo tiene un minuto de duración. 
En este tiempo, diez instrumentos armonizan en conjunto. Luego de seis segundos uno deja de sonar, luego otro y otro. Al final, tan solo uno emite sonidos. “Mientras tanto, afuera, diez personas murieron por falta de alimento”, apunta para enfatizar la idea que dio vida a su obra: cada minuto 10 personas mueren de hambre en el mundo. 

La composición en el país En su calidad de vicerrector y director del aérea de composición del Conservatorio Nacional de Música, Monteros asegura que en materia de composición  se esta despertando un movimiento muy interesante, hay mucha madera en los chicos, están empezando ya a dominar técnicas universales de composición, en especial con lo que se hace en la carrera de composición, formada en el conservatorio superior nacional de música en octubre del 2010, con registro del ex Conesup. “En el país los compositores apenas pueden graduarse del conservatorio con un título de tecnólogo, cosa que no refleja la situación de un artista. casi no hay oportunidades de formación mas profunda en el país, con suerte podrán salir del país y lograr consolidar una carrera en nivel superior”, dice. Jorge Oviedo, reconocido compositor ecuatoriano, coincide con él. La falta de lugares regulares para estudiar esta carrera da como resultado un déficit en expertos en el área. Pero eso no ha detenido a los compositores, a pesar de que sus obras no se escuchen. 

HOJA DE VIDA  

Ricardo Monteros Tello Nació  en Loja, en 1977. Es Tecnólogo Musical especialidad piano, Conservatorio nacional Salvador Bustamante Celi,  Licenciado en artes, composición, profesor de composición en la Academia Superior de Música A. V. Neshdánova,  Odessa, Ucrania. Magister en pedagogía musical en el Instituto Pedagógico Superior  Ushinsky de Odessa, Ukraina, actualmente director de la carrera de composición y Vicerrector Académico del Conservatorio Superior Nacional de Música

Su punto de vista.  


Ecuador ha desarrollado las artes se han desarrolla de manera magnífica, pero es apenas un   1 %  lo que se hace desde el punto de vista estatal, y esto con la magnífica propuesta del Ministerio de Cultura y su proyecto de La Universidad de las Artes, es el primer paso tan solo.