miércoles, 8 de junio de 2011

Compositores para el siglo XXI

¿Por dónde va la música en este siglo XXI? ¿Qué caminos tomará y cómo serán las partituras contemporáneas? Sobre ello tiene mucho que decir la actual generación española de jóvenes compositores. Para conocer sus propuestas, El Cultural ha reunido a catorce autores que no sobrepasan los 45 años. Les avalan notables y coherentes carreras reconocidas internacionalmente y sin embargo siguen siendo aquí unos desconocidos para la mayoría. Nuevos modos y nuevas estéticas van camino de provocar un big bang creativo en nuestra música contemporánea.


Nadie sabe cómo será la música del siglo XXI, pero parece claro que no será como la del XX. En el propio trabajo de los compositores se perciben síntomas desde hace ya tiempo y en el deseo de los aficionados se nota también con claridad la preferencia por una música que se pueda entender y disfrutar sin necesidad de superar enormes dificultades en la audición. No parece descabellada la pretensión. Ante esa encrucijada estética, o ante cualquier otra que traiga el siglo, la música española parece bien situada. Tenemos una generación de jóvenes compositores dotados de talento y muy bien preparados técnicamente que están haciendo notables carreras fuera de España.

Hemos repasado el panorama de la composición actual fijándonos en los menores de cuarenta y cinco. Los catorce nombres que ponemos hoy en primer plano son miembros de una generación pujante y numerosa. Sin necesidad de forzar nada, podíamos haber ampliado la nómina a veinte o veinticinco y eso nos da idea de normalidad. Sus abuelos artísticos, los De Pablo, Halffter, Bernaola y García Abril, representaron fenómenos sueltos, esfuerzos de pionero, carreras forjadas contra corriente. La situación ahora es distinta. Nuestros catorce protagonistas, junto a sus colegas de generación, forman un frente estable. No son casos aislados, sino que representan la pujanza de un país cuya vida musical lleva ya décadas despertando. Un país que cuenta orquestas y auditorios por docenas y conservatorios por centenares.

Si sus abuelos salieron valientemente al exterior, los compositores de ahora no conocen fronteras: José María Sánchez-Verdú y Mauricio Sotelo triunfan en las difíciles plazas germánicas; David del Puerto, Jesús Torres y Jesús Rueda pusieron en su día su pica en Amsterdam, que es la puerta del mundo en materia de composición juvenil; Francisco Lara se ha abierto camino en Inglaterra, país que, junto a los escandinavos, constituye la reserva de donde surgen desde hace décadas las iniciativas compositivas más interesantes; José Manuel López López, profesor en la Universidad de París, es un respetado miembro de la comunidad musical francesa, rica y competitiva; Jacobo Durán-Loriga, durante su etapa de residencia en Bruselas, se ganó el respeto del gran Harry Halbreich, célebre musicólogo y hacedor de reyes; Fabián Panisello triunfó en Viena y en Salzburgo antes de venirse a Madrid; y así sucesivamente.

Nuestros compositores cuarentones están, pues, en magnífica disposición para colonizar el siglo XXI. Tienen ante sí el desafío de abrir su música a la sociedad, de perfilar su arte de manera tal que lo disfrute la gente. Y lo tienen fácil. Zulema de la Cruz lleva ya tiempo escribiendo música clara y comprensible. Blardony, Verdú, Del Puerto, López López, practicantes de la sutileza y de la música en color, se expresan en términos musicales cada vez más humanos. Lo mismo les pasa a Rueda, Torres, Torre, y Panisello, que son artistas de musicalidad innata. Durán-Loriga, para interesar al oyente, no tiene más que mostrarse tal cual es. Sotelo descubrirá en breve nuevos mundos, tan fascinantes como los que ha explorado hasta ahora. A Charles y a Santacreu les sobran recursos para hacerse entender: basta que se decidan.

Los propios compositores se dan cuenta de que hay que abrir las ventanas. Es lógico. Todos han venido a la música por amor. La composición no da dinero. A los compositores les pasa como a los poetas: se dedican a esto por necesidad íntima, porque se lo pide el cuerpo. Un compositor es, por definición, alguien que tiene algo que decir y que necesita comunicarse con los demás. El joven Jesús Torres, al poco de presentar su primera obra, Víspera de mí, advertía ya que “la armonía y el timbre, que habían quedado un poco de lado en mis trabajos con Francisco Guerrero, son una parte importantísima de mi música”. David del Puerto, otro hijo artístico de Guerrero, manifestó ideas parecidas. Hablando de Corriente cautiva, su primera composición orquestal, dijo hace ya años: “Es una obra especial, un punto de inflexión. En mis obras anteriores importaba sobre todo la materia sonora, la densidad, las masas. Aquí también, pero en esta obra empecé ya a adelgazar las texturas y a dar más importancia a la armonía”. La idea la tienen todos clara, pero la evolución es lenta. Quien mejor ha formulado lo que ocurre cuando se abandona la seguridad de la escritura cerrada y se abre la ventana de la expresión ha sido José Manuel López López. De su A tempo, un fenomenal concierto para violonchelo y conjunto instrumental, dijo López López: “Cuando la cuadrícula estructural se desvanece, entramos en el mundo poético de las imágenes sonoras inexplicables, movidas por el viento”. Pues de eso se trata: hay que desvanecer cuadrículas.

álvaro GUIBERT


David del Puerto
Aunque tiene algunos otros padres artísticos, David del Puerto es producto en lo fundamental de la factoría de músicos que constituyó el inolvidable Francisco Guerrero. En su obra se advierte con nitidez la evolución hacia la expresión abierta. De Corriente cautiva de 1990 a Fantasía primera de 1999, Del Puerto ha necesitado una década para dar definitivamente cabida en su arsenal expresivo a armas como la melodía reconocible y la resonancia sosegada, los ritmos sencillos, distinguibles uno a uno, y el sonido propiamente sinfónico, es decir, integrado. No es fácil llegar esto y sentirse cómodo en este ambiente abierto cuando uno viene de sumergirse en la micromelodía, los gestos fugaces, los ritmos de enorme complejidad, y el sonido fragmentado. El talento de David del Puerto está en recorrer esa transición señorialmente, haciendo maravillosa música en cada estación intermedia. Además de las citadas, hay que recordar hermosuras comoEtude, Invernal o Verso IV.

José Mª Sánchez-Verdú
José María Sánchez-Verdú es capaz de sacar agua de un pozo que, cuando lo miran otros, parece seco: he ahí la marca del genio. Mirando sus partituras de lejos, vemos música de ruiditos, de sonidos rotos y recompuestos y nos imaginamos que ha de sonar a Lachenmann, a Haubenstock-Ramati o a Sciarrino. Pero no. Verdú construye con esos mimbres una música de expresividad clara, que conecta inmediatamente con el oyente por medios más sensoriales que especulativos. Se apoya para ello en el mundo sonoro del Magreb, que le sugiere ambientes y procedimientos. Le fascina lo árabe. Recordemos sus dos últimos estrenos orquestales en Madrid, los dos muy Goytisolo: Maqbara con la Nacional y Alqibla con la ORTVE. Verdú deshace y rehace el sonido de la orquesta, pero no se para ahí, sino que moldea ese barro nuevo en figuras hermosas y seductoras. La orquesta de Verdú guiña una y otra vez al espectador y juega con él al juego de la seducción. Verdú está conquistando Alemania. No es de extrañar, porque su música suena bien y siempre nos cuenta algo aunque no sepamos muy bien qué.

José María Sánchez-Verdú (Algeciras, 1968), completó sus estudios en la Escuela Superior de Música de Frankfort. Vive en Berlín y enseña composición en la Escuela Robert Shumann de Dösseldorf. Ha sido compositor representante de Alemania con la Junge Deutsche Philharmonie. Tiene en su haber el Premio Irino de Tokio y el Fürderpreis de la Siemens-Stiftung de Múnich.


David del Puerto (Madrid, 1964), estudia con Francisco Guerrero y Luis de Pablo. Ha recibido encargos de la Universidad de Wisconsin, MECD, Ensemble InterContemporain, o la Fundación Ars Música de Bruselas. En 1999 fue compositor residente de la JONDE. Ha ganado el Premio Gaudeamus por su Concierto para oboe y el “Ojo Crítico” de RNE. Este año estrena Sol de Invierno, su primera obra para escena.

José Manuel López López
A José Manuel López López le pasa como a Agustín Charles, aunque menos. La contundencia de su formación, el completo dominio que ejerce sobre el asunto, juega a veces en su contra y produce obras muy bien hechas, pero que dan cosas por supuestas, se saltan pasos y pierden eficacia ante el oyente. Pero eso ocurre pocas veces. El catálogo de López está sembrado de aciertos. López es, además, un hombre de curiosidades. En España trabajó muy de cerca con Luis de Pablo; ha visitado asiduamente a Stockhausen, de quien ha escrito y publicado una espléndida biografía; se fue a Kioto a investigar la música japonesa y, sobre todo, ha viajado al interior de su propia alma musical, que es rica y refinada, para buscar y validar criterios sonoros. José Manuel López López vive en la capital francesa desde hace ya muchos años. Allí enseña, oye y compone. Tiene entre manos, a medias con Gonzalo Suárez, un magno proyecto escénico que, cuando cuaje, dará mucho que hablar. De momento, López López es un sólido puntal de la música española a la que ha aportado maravillas como el Concierto para violín y orquesta, el de violonchelo titulado A tempo, Viento de otoño, Jenseits… Diesseits y muchas más.

José Manuel López López (Madrid, 1956) estudia en el Conservatorio de Madrid con García Abril y en la Universidad París VIII. Ganó el Premio Nacional de Música de España en el 2000. Ha recibido encargos del Ministerio de Cultura Español y Francés, la O.N.E y la Orquesta de Radio de Francia. Es autor de obras como Chronos, Anatta,Lituus, De Silento y Chakra -Premio Ciudad d’Alcoi 1988-.

Sergio Blardony
Sergio Blardony ganó el Premio SGAE a los treinta años. Ese acierto del jurado enriqueció el panorama musical español con una voz decidida y personal. Blardony proviene del rock, se ha formado a sí mismo y su incorporación al mundo clásico es algo tardía. De ahí la seriedad de su vocación como compositor y de ahí también el peligro: quien no tuvo academia puede buscar refugio en el academicismo. Su primera composición, Jaikus de luz y de sombra (1995), es una delicia de colores sutiles, una sucesión de breves gemas. Ha escrito luego más de cuarenta obras detallistas y muy trabajadas. En el cuerpo vacío del presente, un grito, con texto de Pilar Martín Gila, es la última.

Sergio Blardony (Madrid, 1965) tiene entre sus maestros a R. J. de Vittorio, José Luis de Delás y Luis de Pablo. Ha compuesto más de cuarenta obras entre las que destacanJaikus de luz y de sombra -Premio SGAE 1995-, Visiones II -Premio Joaquín Turina 1999-, Tiempo cautivo -Premio Internacional Ciutat de Tarragona 2000-.

Francisco Lara
La aportación de este compositor vallisoletano a la música española es muy notable hoy y cabe sospechar que lo sea aún más en el futuro. Lara tiene todo el bagaje necesario para abrir brecha: formación sólida, saludables influencias británicas, curiosidad universal y, sobre todo, una intuición musical poderosa y original, que le dice cuánto han de durar las cosas. Una virtud añadida de las obras de Lara es que sus títulos, por lo general, resultan informativos. Así, Fin again es, efectivamente, una obra joyceana y, por lo tanto, culterana; Martes de carnaval, por el contrario es un golpe de matasuegras (una larguísima broma de casi veinte minutos), Bells es un juego de campanas (con sorpresa final), y así sucesivamente. En su breve carrera, Lara ha demostrado ya originalidad: rara avis que nos anima a la esperanza.


Jacobo Durán-Loriga
La carrera de Jacobo Durán-Loriga, destacado representante del Grupo del Bierzo, ha experimentado fuertes altibajos, con cumbres de creatividad seguidas de periodos de silencio. Entre sus obras más logradas (la ópera Timón de Atenas, la cantata Malick, el doble concierto Marsias y Apolo) abundan los asuntos mitológicos. Es normal, porque a Durán Loriga le va el tono pagano. Jacobo es de los pocos artistas actuales capaces de hacer épica con sentido y con equilibrio. Su estilo se ha descrito así: la sensiblería le espanta, pero la abstracción le aburre. Eso le convierte en un griego de ágora, en un clásico de reglamento. Del esfuerzo del Timón, Durán salió casi sin voz, pero se va recuperando. Acaba de escribir un Cuarteto de cuerda de mucho interés.

Jacobo Durán Loriga (Madrid, 1958) estudia en el Conservatorio de Madrid junto a Carmelo Bernaola y Luis de Pablo. Se especializa en electroacústica en la Escuela Superior de Música de Colonia. Actualmente es compositor asociado del Proyecto Guerrero.

Javier Santacreu
Dicho en forma de tópico: Javier Santacreu se debate entre la expansividad de su tierra alicantina y los corsés técnicos de su estricta formación, en Alcoy, con Javier Darias. Los maestros con fuerte personalidad (como Darias, o como Guerrero), enseñan mucho, pero también coartan y conviene abandonarlos a tiempo. En ello está Santacreu, entre vaivenes. A veces, esa tensión entre polos se manifiesta en evolución de una obra a otra. Así, entre Inuans de 1993 y Après l’auquat de 1995, ambas finalistas del Premio SGAE, se ve un cambio hacia una mano más suelta y hacia un vuelo más atrevido. Otras veces, ambos polos conviven en la misma obra, como en Oniris, que le valió el Premio Reina Sofía. Santacreu conoce muy bien su oficio y tiene demostrada la vocación expresiva. Solo le falta, entonces, ejercer ambas cosas con decisión y sin mirar atrás. El gris será su color mientras no se decida a cultivar la luz en chorro.

Javier Santacreu (Alicante, 1965) realiza sus estudios con Javier Darias, Antón García Abril, Cristóbal Halffter, Tomás Marco, y Claudio Prieto. En 1998 obtiene el Premio Reina Sofía de Composición Musical para orquesta con la obra Oniris, Música del Somni.

Jesús Torres
La entrada de Jesús Torres en el panorama musical español fue espectacular. Su primera obra, Víspera de mí, se llevó los mejores premios de España, Holanda, Italia y Japón y le dio carta de naturaleza como compositor siendo aún veinteañero y no teniendo escritos más que veinte minutos de música. Aquella Víspera de mí estaba pulida minuciosamente, era densísima en ideas y resultaba muy difícil de interpretar. Su título resultó profético porque, a partir de ese comienzo, lujoso en creatividad y algo cerrado en expresión, Torres ha evolucionado hacia formas de música más comunicables. Hitos de ese camino hacia una escritura sosegada y hacia una expresión eficaz han sido los Preludios para piano, compuestos entre los años 1993 y 1997, el Concierto para piano y orquesta de 1995, la Partita de 1998 y, muy significativamente, el poema sinfónico La máscara de la muerte roja (1999), sobre Poe.

Jesús Torres (Zaragoza, 1965) estudia en el Conservatorio Superior de Madrid y con Luis de Pablo y Francisco Guerrero. En 1992 obtuvo el Primer Premio SGAE, en 1995 el Gaudeamus de Amsterdam y en 1999 el “Reina Sofía”. En 1998 fue compositor residente de la JONDE. Su catálogo tiene una treintena de obras, escritas muchas de ellas por encargo de instituiciones españolas y extranjeras.

Mauricio Sotelo
La impresionante carrera germánica de Mauricio Sotelo le convierte en el compositor español más internacional de su generación. Sotelo publica en la casa vienesa Universal Edition, hazaña que solo han logrado dos españoles. El otro es Cristóbal Halffter. Además, para sus empeños operísticos, Sotelo cuenta con la colaboración de Peter Mussbach, un genio del teatro.

Mauricio dinamita el sonido de los instrumentos clásicos y construye su “sonido Sotelo”, a partir de esos escombros, muy en el estilo de Helmut Lachenmann. En todo caso, las fuentes de inspiración de Mauricio Sotelo con casi siempre las mismas y definen con claridad su universo estético: Luigi Nono (el último Nono, el silencioso y místico, no el Nono serial y social) para la apertura de espacios en el tiempo, Giordano Bruno para los laberintos de la memoria, José ángel Valente (a veces, también Edoardo Sanguinetti) como fuente de palabra viva, el flamenco como recurso, no solo expresivo, sino también formal. La reunión de todo ello culmina en una decena de magníficas composiciones y en una ópera, Amore, muy lograda. Sin embargo, esa misma combinación dio síntomas de agotamiento en Si después de morir..., su último estreno orquestal en Madrid. Bebiendo en esas fuentes tan suyas, o en otras, Sotelo sabrá encontrar nuevas vías de expresión sonora.

Mauricio Sotelo (Madrid, 1961) recibe formación musical en Madrid y Viena, donde sigue los cursos de composición de Francis Burt. Ha obtenido los Primeros Premios de los Concursos de la JONDE, SGAE, el “Reina Sofía”, así como el Nacional de Música en el 2001. Ha estrenado sus obra en Frankfurt, Bonn, Munich -la ópera De amore, que se dio también en el Teatro de La Zarzuela- y otras muchas capitales. En España han interpretado su obra, entre otras, la ONE, la ORTVE, y la Sinfónica de Galicia.

Jesús Rueda
La sensibilidad artística de Jesús Rueda es genuina y por lo tanto compleja; a veces, incluso, contradictoria. Rueda se debate entre dos polos de seducción: la curiosidad científica y la poesía. Ambas tendencias se asoman a todas sus obras, pero también se ve en su trayectoria compositiva un tránsito desde el cálculo hacia la sensación. Rueda fue un destacado alumno de Francisco Guerrero (como David del Puerto y Jesús Torres), y aprendió de él a imaginar la música mediante masas sonoras y a tomar decisiones por cálculo de probabilidades. Esa estricta escuela hizo a Rueda compositor. Desde ahí comenzó un viaje hacia sonoridades más accesibles. Los Dos sonetos de Garcilasode1994 ocupan un lugar central en una trayectoria que ha conducido a piezas tan notables como la Sinfonía I de 2000 o Acerca del límite, que la Orquesta Nacional estrena el próximo viernes.

Jesús Rueda (Madrid, 1961) ha estudiado composición con Luis de Pablo, Francisco Guerrero, Manzoni y Luigi Nono, y música electroacústica con Horacio Vaggione. En 1997 fue compositor residente de la JONDE. Ha recibido encargos de diversas instituciones: ONE, Ensemble InterContemporain, Ensemble L’Itineraire, MECD. Ha ganado el Primer Premio de la SGAE en dos ocasiones, 1990 y 1991.

Zulema de la Cruz
Zulema de la Cruz es una compositora experta en electroacústica, pero ello no le impide cultivar con afán y, aun con cariño, la música acústica, la que se hace sin electrones. De hecho, sus dos facetas se enriquecen entre sí. De la Cruz pertenece a ese escaso grupo de artistas que tienen rigor y tirón. Su música gusta, porque se entiende. En la orquesta, o en la mesa de mezclas, emplea colores netos y ritmos claros y los compone por yuxtaposición: primero unos y luego otros. En un género tan dado a la complejidad a ultranza, se agradecen ráfagas de sencillez. últimamente, Zulema se deja inspirar por la luz y sus especies: La luz del aire, El color del cuarzo. Poco antes, buscaba la inspiración mirando al cielo: Erídano, Phenix, Soluna, Fugaz.

Zulema de la Cruz (Madrid, 1958) obtiene los títulos de Piano y Composición en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid. Realiza numerosos cursos en la Stanford University, donde se especializa en música electroacústica por ordenador. Entre otras, es autora de Nucleofonía (1980), Alternancias (1981), que obtuvo el Premio Luis Coleman, y Kinesis-2 (1987, Premio Ciutat d’Alcoi).

Fabián Panisello
La instalación de Fabián Panisello en España fue una gran noticia para todos. Nos trajo aire fresco y perspectivas nuevas y él encontró aquí tierra en la que germinar. Panisello dirige y promueve el Plural Ensemble, con el que ha hecho mucho en favor de la música española, y es, además, un magnífico analista que, no sólo conoce bien la música, sino que tiene creatividad para comprenderla y explicarla. Las obras de Panisello tienen siempre algo distinto. Mencionemos Fulgurar, un aluvión de ideas para el piano, oIntermezzo I, vibrante primicia de su ópera de cámara Medea.

Fabián Panisello (Buenos Aires, 1963) estudia con Francisco Krüpfl, Boguslaw Schaeffer y Luis de Pablo. Concluye su formación en el Mozarteum de Salzburgo. Ha ganado el Premio Ciudad de Salzburgo y el Concurso Internacional de Murcia. Es director del Plural Ensemble y Director Académico de la Escuela Superior de Música Reina Sofía.

Agustín Charles

Agustín Charles es, quizá, de entre los de su generación, el compositor que mejor domina su oficio. Si Charles se decidiera a buscar una vía más personal, menos académica, encontraría los medios, porque los tiene. De hecho, se percibe en su trayectoria cierto movimiento, lento pero claro, hacia la expresión abierta. Basta para reconocerlo con ver la diferencia entre su temprano Convex II para violonchelo y cinta y el Concierto para violonchelo y orquesta que en 1997 estrenó Lluís Claret con la Nacional. Charles conoce muy bien el repertorio, tanto el clásico como el moderno, y está muy bien dotado para el análisis. Tan pulcramente escribe Charles y tan general es el reconocimiento a su sabiduría, que tiene ganados una infinidad de premios españoles y extranjeros, costumbre ganadora que han heredado sus alumnos.

Agustín Charles (Manresa, 1960) estudia en el conservatorio de Barcelona y con Josep Soler. En Italia con Franco Donatoni, en Francia con Luigi Nono, y en la Eastman School of Music de la Universidad de Rochester (New York), con Samuel Adler. Ha sido premiado en más de treinta ocasiones -SGAE, “Reina Sofía”, JONDE-. Es Catedrático de Composición en el Conservatorio Superior de Zaragoza y Profesor en la Escuela de Música Catalunya.

Joseba Torre
La de Joseba Torre es la voz más internacional que ha dado el País Vasco en los últimos años. Su personalidad entusiasta le ha llevado a aprovechar al máximo todos los recursos que ha ido encontrando en su trayectoria. Acudió a todos los maestros interesantes en Bilbao, en Madrid y en París. A la hora de componer, a Joseba Torre le estimulan los conceptos de tiempo y de memoria. Así ocurre en Tiempo de luces, para flauta y cinta magnética, y en Presencias y memoria, estrenada por la Orquesta Nacional. En el catálogo de Torre abundan las obras como Más libre y más cautivo, tan vivas y pujantes como ortodoxas. Con el paso de los años, es de esperar que Torre se vaya alejando de sus modelos y encuentre vínculos más directos con el oyente.

Joseba Torre (Bilbao,1968) estudió en el Conservatorio Superior de París donde obtuvo el Premio fin de carrera. Está licenciado en Musicología por la Universidad de París VIII y ha completado su formación en composición y dirección en el IRCAM de París y la Universidad Carnegie Melon de Pittsburgh. Su obra se ha escuchado en varios festivales internacionales. Tiene el Primer Premio del Concurso Internacional Pablo Sorozábal, y ha representado a España en la Sociedad Internacional de Música Contemporánea.

No hay comentarios:

Publicar un comentario